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El Traductor

Es el portavoz de un mensaje, su función es transmitir información con la mayor precisión posible. 

El Traductor


No solo debe conocer dos idiomas (el de partida y el de destino), sino que debe
estar familiarizado con las culturas, sus expresiones, historia, contextos,
particularidades y variaciones.

El Traductor

Es un engranaje fundamental de cualquier proceso, no es un mero formalismo
o un requisito más. Su labor también es la de respaldo a una persona, empresa o
institución: si se debe cumplir con un plazo de entrega, el traductor está ahí
para ayudar a cumplir dicho requisito; si un negocio depende de la comprensión
de una serie de documentos clave, el traductor está ahí para suplir esta
necesidad como aliado estratégico.

Con el tiempo, un traductor de confianza es visto como un aspecto ya resuelto en un trámite o procedimiento; sus clientes dan por descontado que ese asunto está “cubierto”, por ende, dando tranquilidad y actuando como un “seguro” o garantía de calidad e idoneidad.

Muchas personas pueden “transliterar” información, al convertirla de un idioma al otro, pero un traductor va más allá haciendo que la información sea coherente y se ajuste con la mayor exactitud a las necesidades específicas del usuario.

El traductor nunca para de formarse, de hecho, cada nuevo trabajo asignado es un aprendizaje en sí mismo. Siempre a la búsqueda de la mejor frase, siempre ampliando su glosario, aprendiendo a todo momento sobre la terminología específica del cliente.

El conocimiento específico de una disciplina hace que el traductor pueda ofrecer un servicio especializado. Una traducción jurídica o traducción financiera requiere de un conocimiento específico: derecho, economía, derecho de los negocios, entre otros.

El lenguaje de los contratos o de unos estados financieros debe verse reflejado en una traducción acorde. Este aspecto es esencial para cuando las autoridades de un país van a aprobar los documentos remitidos por el cliente del traductor a fin de lograr una licencia, autorización, registro, etc; esto sin mencionar el carácter determinante que puede tener una traducción en un proceso licitatorio.

El traductor es un profesional y esto se ve reflejado en sus honorarios, una responsabilidad tan grande va a la par con un reconocimiento de la misma clase.

El traductor está siempre dispuesto a colaborarle a su cliente de la forma más amplia e integral posible, así como de la forma más inmediata conforme a su disponibilidad.

Solo un traductor profesional puede recomendar a otro, solo los clientes de los traductores profesionales pueden palpar de primera mano la calidad del servicio.

El traductor imprime el ADN de sus clientes en otro idioma; su imagen, impacto y huella son la contribución permanente a las personas, organizaciones y empresas: el traductor es un engranaje fundamental de cualquier proceso en el que se le requiera.